El nuevo nombre de la justicia: claves éticas para una financiación del desarrollo centrada en la persona

Publicado el 5 de julio de 2025, 13:24

La ética del desarrollo, en tanto campo de reflexión y praxis, no nace de una especulación abstracta ni de una doctrina ideológica, sino de una interpelación radical: ¿qué significa, en este mundo desigual y frágil, hablar de justicia? El artículo del profesor Agustín Domingo Moratalla, Claves éticas en la financiación del desarrollo, es más que un análisis puntual sobre una cumbre internacional: es un manifiesto moral en favor de una economía al servicio del ser humano y de la casa común. Y en él resuena, con fuerza y rigor, la voz de quien lleva décadas enseñando que la filosofía no puede esquivar las heridas del mundo.

Conozco de cerca a Agustín Domingo. No solo como catedrático de Filosofía Moral y Política y presidente de la red EBEN-España de ética empresarial, sino como maestro generoso, lúcido y exigente. Fue mi director de tesis, y desde aquellos años descubrí en su obra una rara conjunción entre el pensamiento riguroso y la compasión activa, entre la tradición humanista cristiana y la sensibilidad hacia los desafíos contemporáneos. Esta intervención suya en el marco de la cumbre celebrada en Sevilla es fiel reflejo de su recorrido intelectual: lucidez analítica, hondura ética y sentido histórico de la responsabilidad.

La tesis central de su artículo es que la financiación del desarrollo no puede seguir siendo pensada desde lógicas puramente técnicas o mercantiles. La deuda externa —ese lastre que ahoga a pueblos enteros— debe ser interpretada no solo como una cifra en los balances macroeconómicos, sino como una herida ética, un escándalo moral que interpela a la conciencia global. Cita con fuerza el mensaje del Papa Francisco en la LVIII Jornada Mundial de la Paz: “La deuda externa se ha convertido en un instrumento de control”, y con ello denuncia que el sistema económico actual puede llegar a deshumanizar hasta la ayuda que pretende ofrecer.

Frente a esta lógica de dominación, Domingo Moratalla recupera el alma profética de la ética del desarrollo (ED), cuyos orígenes se encuentran, como él mismo recuerda, en figuras como Denis Goulet o Amartya Sen, pero también, con una fuerza singular, en la doctrina social de la Iglesia desde Populorum Progressio. Pablo VI dijo con valentía que “el desarrollo es el nuevo nombre de la paz”; hoy podemos añadir, con justicia, que la paz solo será posible si el desarrollo es verdaderamente humano, justo y sostenible.

El concepto de desarrollo humano integral, tan repetido como olvidado, es aquí recuperado en su espesor filosófico y teológico. No se trata —como denuncia el autor— de asumir el discurso neoliberal de la “mano invisible”, ni de caer en las ingenuidades tecnocráticas que confunden progreso con crecimiento. Se trata de un cambio de paradigma: pensar la economía desde la centralidad descentrada de la persona, es decir, no desde un individuo aislado y competitivo, sino desde el ser humano en relación, en comunión, en vulnerabilidad compartida. Esta es una intuición profundamente cristiana y, a la vez, profundamente universal.

Uno de los aportes más importantes del texto es su rechazo a todo paternalismo y clericalismo. La ética del desarrollo no es un ejercicio de superioridad moral desde el Norte hacia el Sur, sino una tarea compartida que exige conversión personal, vigilancia ciudadana e instituciones justas. No se trata de ofrecer ayuda como dádiva, sino de reparar relaciones injustas, construir equidad, practicar solidaridad política. Por eso Domingo insiste en que la comunidad católica debe ser “facilitadora de criterios” y no dueña de soluciones prefabricadas.

La pregunta final, formulada con honestidad, es profundamente evangélica: ¿es irresponsable pedir la condonación de la deuda? ¿O acaso es una obligación moral de perdón en este tiempo jubilar? Estas cuestiones remiten al corazón mismo del mensaje cristiano: la justicia como reparación, la misericordia como horizonte y la dignidad humana como absoluto innegociable.

Como filósofo cristiano, no puedo sino suscribir y agradecer este enfoque. No es habitual encontrar una voz que conjugue sin complejos la precisión conceptual, el compromiso ético y la esperanza activa. En tiempos de cinismo institucional y banalidad mediática, este texto es una llamada a despertar, a repensar la cooperación desde claves éticas profundas y a situar la política económica bajo el imperativo de la fraternidad universal.

Frente al “bochorno ambiental” y al “clima de tensión militar” que menciona el autor, la propuesta de una financiación del desarrollo justa, ecológica y humana es una forma de resistencia y de profecía. Porque, como nos recuerda Agustín Domingo Moratalla —con palabras y con vida—, no hay justicia sin memoria, ni paz sin verdad, ni desarrollo sin humanidad.

Podéis encontrar su artículo en https://www.eldebate.com/espana/20250630/claves-eticas-financiacion-desarrollo_312243.html

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