Procusto sigue entre nosotros: el síndrome que corta las ideas que sobresalen

En la Atenas del siglo V a.C., Procusto no fue un filósofo, sino un bandido. Su nombre —que significa el estirador— pasó a la historia no por su pensamiento, sino por su macabro método: obligaba a los viajeros a acostarse en un lecho de hierro. Si eran más altos que la cama, les serraba los pies. Si eran más bajos, los descoyuntaba para estirarlos. En ambos casos, la víctima debía "encajar".Hoy Procusto no acecha en los caminos, pero su síndrome circula cómodo por colegios, universidades, redes, instituciones y empresas. Y lo hace con la misma lógica brutal: cortar lo que sobresale, mutilar lo que incomoda, alisar lo que desafía.

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El sembrador de bellotas

Durante su época como profesor en Burdeos, Ellul sorprendía a sus alumnos no solo con sus ideas radicales, sino con un acto simbólico que resumía su filosofía: mientras enseñaba sobre los peligros de la tecnocracia, llevaba bellotas en los bolsillos y las plantaba en secreto por la ciudad.

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