FRATERNIDAD: EL GRITO QUE AÚN NO HA SIDO ESCUCHADO

Una persona me preguntó, tras leer un texto muy duro —una especie de grito contra la crueldad y la indiferencia—:“¿Y qué se puede hacer?”No es una pregunta ingenua. Es, de hecho, la única que vale la pena hacerse. Ya me la había hecho antes un alumno de grato recuerdo.

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El nuevo nombre de la justicia: claves éticas para una financiación del desarrollo centrada en la persona

La ética del desarrollo, en tanto campo de reflexión y praxis, no nace de una especulación abstracta ni de una doctrina ideológica, sino de una interpelación radical: ¿qué significa, en este mundo desigual y frágil, hablar de justicia? El artículo del profesor Agustín Domingo Moratalla, Claves éticas en la financiación del desarrollo, es más que un análisis puntual sobre una cumbre internacional: es un manifiesto moral en favor de una economía al servicio del ser humano y de la casa común. Y en él resuena, con fuerza y rigor, la voz de quien lleva décadas enseñando que la filosofía no puede esquivar las heridas del mundo.

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𝐄𝐥 𝐜𝐨𝐥𝐚𝐩𝐬𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐜𝐨𝐧𝐟𝐢𝐚𝐧𝐳𝐚: 𝐜𝐮𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐞𝐥 𝐜𝐚𝐫𝐠𝐨 𝐧𝐨 𝐝𝐢𝐠𝐧𝐢𝐟𝐢𝐜𝐚, 𝐬𝐢𝐧𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐝𝐞𝐥𝐚𝐭𝐚

Esta frase de Bauman aparece en unas entrevistas publicadas en El País (9 de enero de 2016) y en The Clinic, entre otras, donde Bauman detalla que ese colapso implica una desconexión entre el poder (capacidad de actuar) y la política (capacidad de decidir), un fenómeno causado por la globalización del poder mientras la política continúa siendo local. Pero el colapso de la confianza, va más allá del mundo político.

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Kafka: evangelio para deformes

Normalmente, resisto como un valiente los envites de las efemérides. Pero hay algunas que, más que fechas, son llamadas. Hoy, 3 de junio, recordamos la muerte de Franz Kafka, que falleció en 1924 en Kierling (Austria), a los 40 años, tras una larga lucha contra la tuberculosis. En sus últimos meses apenas podía hablar o alimentarse. Vivió el sufrimiento con una lucidez estremecedora.

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Procusto sigue entre nosotros: el síndrome que corta las ideas que sobresalen

En la Atenas del siglo V a.C., Procusto no fue un filósofo, sino un bandido. Su nombre —que significa el estirador— pasó a la historia no por su pensamiento, sino por su macabro método: obligaba a los viajeros a acostarse en un lecho de hierro. Si eran más altos que la cama, les serraba los pies. Si eran más bajos, los descoyuntaba para estirarlos. En ambos casos, la víctima debía "encajar".Hoy Procusto no acecha en los caminos, pero su síndrome circula cómodo por colegios, universidades, redes, instituciones y empresas. Y lo hace con la misma lógica brutal: cortar lo que sobresale, mutilar lo que incomoda, alisar lo que desafía.

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El sembrador de bellotas

Durante su época como profesor en Burdeos, Ellul sorprendía a sus alumnos no solo con sus ideas radicales, sino con un acto simbólico que resumía su filosofía: mientras enseñaba sobre los peligros de la tecnocracia, llevaba bellotas en los bolsillos y las plantaba en secreto por la ciudad.

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