El tiempo, San Agustín y Alexa: crónica de una eternidad interrumpida

Publicado el 4 de junio de 2025, 23:22

Autor: un humano todavía no sustituido

San Agustín, que no tenía smartwatch ni suscripción a ChatGPT, escribió hace siglos una frase que hoy haría suspirar de envidia a cualquier gurú del mindfulness:

“¿Qué es el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicarlo, no lo sé.”

Y así seguimos. Solo que ahora, mientras intentamos explicarlo, suena una notificación, vibra el móvil y Alexa interrumpe para recordarnos que hay que regar las plantas artificiales.

Antes, el tiempo era algo que se meditaba. Hoy, se gestiona. Aplicaciones para ser más productivos, relojes que miden tus siestas, y algoritmos que te dicen cuándo y cuánto debes descansar para rendir mejor... ¡como si el descanso no fuera precisamente escapar del rendimiento!

San Agustín decía que el tiempo vive en el alma: memoria del pasado, atención al presente, expectación del futuro. Pero en tiempos de la nube y la hiperconexión, la memoria la lleva Google, la atención se la reparten Instagram y TikTok, y el futuro lo programa el algoritmo de Amazon.

Vivimos con la esperanza de que alguna app nos devuelva la serenidad. Pero lo único que conseguimos es vivir apresados en el scroll infinito, ese purgatorio moderno donde el presente se disuelve entre memes, anuncios y videítos de cocina.

El peligro ya no es que la tecnología nos quite el tiempo. Es que nos convenza de que el tiempo no tiene valor si no se monetiza o se mide en rendimiento cognitivo.

San Agustín oraba en silencio. Nosotros actualizamos. Él escuchaba al alma. Nosotros, a Spotify. Él buscaba a Dios. Nosotros, wifi.

Y así seguimos: con el alma en el pasado, el dedo en el presente y la mirada perdida en una notificación que aún no ha llegado.

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